domingo, 2 de enero de 2011

Disparate

Porque el camino siempre es hacia arriba, y  no me deja construir mi casa bajo tierra, ¿qué  tenemos tantas ganas de alcanzar entonces?

 Aunque mi andar sea de siempre miedo, y un poco roto, con cinta adhesiva por las orillas y pedacero de botellas por la mañana, de colillas atacadas hasta que queme, de pensar quejumbroso e hipotético, de a ves más patético, un pie lento delante del otro, dos pasos y un poco hacia atrás, aun allí me caí en cuenta que me queda grande el sueño, y se me acongoja el potencial, que se me desvían las manos del papel y se me escapan las walkyrias de entre el cabello,  se me eriza la piel hasta topar con cristal, y se me caen las caras de vergüenza por un oyó en mi bolso izquierdo; aun así pienso que me gustan los bosquejos danzantes del otro lado de la acera, pienso “pero que lastima” y comienzo de nuevo a intentar sobre el papel; es normal que el sol sea más brillante por la mañana, me recuerda a la gente que vive de noche, y me doy cuenta de mis eternos atardeceres, quizás sean culpables de mi constante enfermedad y mi dolor de espalda, porque no hay un mañana para “todo será mejor” si no pasamos el anochecer, quizás solo pase sin ver el medio día…

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