lunes, 24 de enero de 2011

Mariana

No podía creerlo, aun con ella frente mío no podía creerlo, cuando pase por ese lugar infestado de mal vivientes, y la vi a ella, a esa puta que me recordaba al amor de mi vida, por inercia orille mi auto, y por primera vez subió una indecente, una mujer que olía  a sexo y no era mi mujer, llegamos al hotel donde me hospedaba, ella miro interesada mientras yo le rogaba dios que esto fuera un error, un juego entre mi mente y corazón, no la mire siquiera hasta llegar al cuarto y una vez allí ella se sentó en la cama, no podía escuchar nada de lo que ella decía, sino solo mi propio pecho que parecía estallaría, y le vi el rostro, era ella maldita sea, era ella!, mi mano recorrió su cara mis labios sufrieron una contracción dirigida por los ojos y al compás de mi cejas, mientras mi cabeza decía que no con movimientos suaves, parecía llorar a compás de movimiento, y temblaba… ella me miraba desconcertada y yo dije: “Mariana…” a lo bajo y ella abrió los ojos “¿Por qué sabes mi nombre?” me levante y camine en círculos, ella me siguió.

-oye espera amigo me escuchas dije “ como diablos sabes mi nombre!”-

-segundo de secundario, recuerdas al alumno nuevo?, un chico regordete que se sentaba a tu lado y leía comics durante clase?..-

-no… espera… eres tu Carlos dios mío que eres tú!!!!-

Me detuve bruscamente y ella choco con mi espalda, voltee y le tome el rostro con ambas manos, no podría decirlo hoy, pero estoy seguro de que lloraba, por primera vez en 20 años estaba llorando…

-pero que, que te paso porque tu…-

A ella se le torcieron las cejas y dijo:

-la vida fue lo que me pasó…-

Aparto mis manos y volteo con aire furioso, como quemando el viento se acercó a la cama y dijo:

-entonces vas a querer o me largo…-

Me acerque y con la pobre vos ya fracturada que me quedaba balbucee:

-no…yo… yo solo-

Mi cabeza no dejaba de negar al aire, y ella dijo:

-Entonces me largo, búscame si necesitas algo guapo, adiós…-

Y apago la luz al salir…

Recuerdas mi caminar altanero? Casi como el de alguien que ha perdido la razón, arrastrando mis botas, fumando y  lanzando las bocanadas de humo como un chico de secundaria mal encarado, y a veces como  un cuarentón que va por allí conquistando colegialas, aunque para ti siempre fui un mocoso, Mariana.

Eso era lo que decía la última carta que no envié el año pasado a una dirección que no conocía…

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