sábado, 8 de enero de 2011

La efeméride del carnicero


Llevamos diez años ya en esta la nueva tierra, no porque sea otra, no porque colonicemos, sino porque nos reducimos y nos atrincheramos, cinco años de guerra contra los animales, creíamos que ganaríamos, creíamos que podíamos ser cerdos una vez mas o redimirnos sobre nuestros pasos, creímos que las opciones serian nuestra libre una vez más, pero no contábamos con natura, que nos negó cada planta, cada nuevo brote se secaba en nuestras manos, nos negó como naturales, y nos volvimos otra cosa, quien lo diría, lo que estaba tan a nuestro alcance fue lo mismo que nos cortó todo lazo, con cualquier otra forma de vida; hace diez años también que ellos con su gran benevolencia, firmaron el tratado de los naturales, aunque ya no éramos eso, todos lo tomamos de ese modo después de compartir la tierra por tanto tiempo, no piensen que el tratado era papel y letra, un apretón de manos, no, no era tan débil como las palabras, como el papel, como las manos, era un tratado del nuevo mundo, pactado con el alma en la única zona neutral, y nos dividimos, no solo de ellos, sino también entre nosotros, los rebeldes, que aquí no tendrían consideración como libertadores, sino simplemente como caníbales, los declarados justos de guerra, adoptados por ellos, y nosotros los inútiles y negados que no entendimos hasta que era demasiado tarde, hasta que había demasiado peso en la balanza…

En el nuevo mundo donde habitamos, en este reducido espacio, donde nos empequeñecemos, al fin nos preocupamos por lo que debemos, ya que estamos apurados en reparar lo que fracturamos, ya no hay armas, ni hay distinciones, todos somos los mismos, las enfermedades fatales se redujeron considerablemente debido al paro total del consumo de carne, pero también la población se redujo gracias a la nueva ley de reproducción, el alimento, se troqueo con los animales, y natura nos permite cosechar en ciertas épocas del año, la creación de alimentos completamente artificiales no es del todo rechazada, pero si poco segura y solo en casos de escases se permite su consumo; está claro que si bien no caeremos en la extinción, también tenemos inexistente un mandato humano nuevamente, y lanzamos alabanzas al cielo por ello…

Yo desde este escritorio, mientras redacto mis memorias, de vez en vez miro por la ventana, donde el cielo nocturno me muestra sus favores, me presume todas sus estrellas, y la vista es impresionante, me siento en estos mis últimos años de vida, mas resuelto y alegre que en el resto primero, no puedo evitar suspirar, y pedir unos años más…

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